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A Franco que ni lo muevan (que huele),

Hernando Cosí

 

Hay que desenterrarlo. Hay que llevarlo a una fosa común. Hay que quemarlo. Ponerlo en cal. Mancillarlo. Profanarlo. Necrofilizarlo un poco, si aún sigue teniendo carne, aunque sea por el agujero de un gusano. Porque hizo lo mismo. Porque no merece un monumento. Igual que quitamos placas y estatuas de las calles. Memoria histriónica.

No, mira no. A Franco hay que dejarlo tranquilo. Su cadáver no representa ninguna amenaza salvo en las fantasías de George A. Romero. Lo que se debe impedir son las consecuencias de su tufo.

Por ejemplo, ejemplo que por otro lado no comparto, podría prohibirse su enseña. Cualquier exhibición de la bandera con el águila sería un delito. Podría prohibirse su celebración cada 20 de noviembre y las manifestaciones consecuentes. Podrían retirarse fotografías suyas de lugares públicos. Aunque sería darle la virtud de la clandestinidad, parafraseando libremente a Chomsky.

Por ejemplo, ejemplo que sí comparto, podría quitarse el reconocimiento, y las subvenciones, a instituciones que todavía siguen existiendo, como la fundación Francisco Franco. Podrían retirarse títulos nobiliarios autoconcedidos. Podría inhabilitarse a los hijos de sus ministros y juzgar como criminales a los colaboradores que aún sigan vivos. Podría realizarse un juicio a su persona, cuarenta años tarde, en el que se declare su culpabilidad por todos los crímenes de lesa humanidad que cometió. Dejarle el sambenito del rechazo actual para tiempos venideros. Eso sí tendría sentido.

Franco es una figura histórica clave para comprender el devenir de España. Para entender la integración de ésta en la Unión Europea; para saber por qué se adoptó la LOGSE y España se convirtió en el primer país en tratar de poner en funcionamiento el Informe DELORS; para hallar la lógica de los posicionamientos radicales en temas tan pueriles como el fútbol y la influencia de éste en la política y viceversa; para explicar ese olor rancio de algunos bares, la glorificación de los toreros, el odio a la inmigración y a la cultura moderna, pero también para entender la reaccionaria postura de los quincedemayistas, las reclamaciones feministas, el fin de la ETA (y su comienzo) y el rechazo general a la violencia por parte de los ciudadanos: el español, difícilmente, pasa a las manos. Con Franco, se explica el bajo índice de asesinatos de cualquier clase que hay en España si lo comparas con otros países de nuestro entorno (nos hartamos). Franco es necesario para entender por qué algunas abuelas aplauden el tatuaje o el piercing de sus nietas mientras las madres se llevan las manos a la cabeza, para la libertad sexual del Madrid de los años 80, para el éxito sempiterno del Gran Hermano y para la doble moral católica-libertaria. También para la cultura del Marca y un largo etcétera.

Desenterrar a Franco y humillarlo es rascar con uñas negras en una herida mal cicatrizada, pero cicatrizada. Es exponerla a que se infecte y a que verdaderamente se convierta en un problema. Si se va a hacer contra el icono, debe hacerse en condiciones. Desenterrarlo es la menor de las preocupaciones. Y, desde un punto de vista simbólico, habla más de nuestra incultura que de un resarcimiento.

“Es que utilizó prisioneros políticos en el Bache de los Caídos”. Nadie desentierra a Keops por usar siervos. “Es que mató gente y la dejó en las cunetas”. Malditas razias de Eduardo el príncipe Negro. “Impuso una religión obligatoria y un estado a su servicio”. Constantino I jamás se lo perdonará, Carmena, jamás. “Fue un gobernante que atrasó el avance de una España que comenzaba a ser moderna en los años 30”. Cuando Fernando VII usaba paletó (y siguen sus estatuas)…

Sin Franco, España no sería lo que es ahora. Para bien y para mal. Es una figura histórica esencial y ocultarlo es un allanamiento a la cultura y al conocimiento histórico. La vista hacia el progreso se debe hacer hacia delante, partiendo de lo que tiene sentido en el presente. Obviamente, sin olvidar lo que pasó, pero sin gestos a la galería. Y, por ello, para encontrar la explicación al lío montado alrededor de Franco, como casi siempre que se acentúa una noticia, hay que echar una ojeada alrededor y ver qué trata de ocultarse. Abran los ojos.