Titilan las últimas gotas del rocío;
la cara de la posguerra se perfila
como flor de un invierno y se marchita.
El llanto en hospitales siempre es frío.
Titilaba en espiral la misma muerte,
se acercaba paso a paso hacia su sino.
Se disfrazaba de esperanza ante los tibios
¡al cabo todos correrán la misma suerte!
Titila aún un amor nunca entregado,
brillante en la frialdad de algunos ojos.
Hay quien para entregarlo enfrentó abrojos
y le hizo mofa el destino con su hado.
Titilará eternamente una despedida inconcretada
pendiente sobre la sociedad de la paradoja;
tanta comunicación para estar al final a solas
mientras se apaga un monitor en la distancia.
Titilan al caer hacia el olvido
estas palabras cuyo destinatario encontró alivio.
Aunque el llanto se congele en hospitales,
hoy, veintiséis de marzo no hace frío.