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Te visitaré cuando llegue esa noche
en que marchiten tus espinas,
cuando tus pétalos, otrora turgentes,
enmudezcan en su caída.
Aprovecharé la pausa de tu magia
para optar a vencer tu embrujo;
entonces, me daré el lujo
de ser quien luzca la carne.
Seré arsenal de lujuria,
y, en la ausencia de tu encanto,
regresaré noches de llanto
a quien antes me las prestara.
Fuiste tú mi amor más informal,
mi más fiel enemiga.
Derroché en regueros de tinta
lo que me diste en saliva.
Cuando tu belleza, marcescente,
se apague por tu fatiga;
cuando el brillo de tus ojos
no vele tu viperina;
aprovecharé la ventaja
para seguir en tu vida.