• ¿Quién soy? Quien soy
  • Contexto Político; bombardeo de datos
  • Porque hay silencios como textos…

Aquí somos

~ Algunas palabras son sólo silencios como textos

Aquí somos

Archivos de etiqueta: filosofía

Cuando desmontar el paradigma es insuficiente

07 martes Jun 2016

Posted by Khajine in Semi-ensayo (ensayos inconclusos)

≈ Deja un comentario

Etiquetas

Biología, Ciencia, científico, darwinismo, falsabilidad, falsacionismo, filosofía, inercia, narrativa, paradigma, selección Natural


Si quisiéramos proponer una definición de ciencia como disciplina basada en la observación y el razonamiento, la descripción más precisa que me viene a la mente es que la Ciencia es el método cuyo fin es resolver problemas. El método es una premisa inapelable, si no hay método, no hay ciencia en este sentido. Podemos explicar un hecho ya sucedido y, con él, cuestionarnos por qué aconteció y contrastarlo. Pero la explicación de lo sucedido no es ciencia. Podemos realizar una prospección en un terreno desconocido para alimentar nuestra intuición y, posteriormente, realizar una presunción que corroborar. Pero esa prospección no es ciencia. Podemos mezclar reactivos en un laboratorio y sorprendernos de las consecuencias, pero tampoco es ciencia. En todos estos ejemplos, para poder alcanzar un estatus de ciencia necesitamos una pregunta que pueda ser respondida cuando tratemos de repetir lo explicado. Lo acontecido nos da una idea de qué es lo interesante y, junto con la prospección, nos ha dado una pregunta que contestar y las variables que debemos valorar. La pregunta debemos responderla a través de la experimentación, en el sentido más amplio que queramos aportarle a esta palabra. Pero en todo esto, la clave reside en que la pregunta pueda ser falsable, es decir, que aceptemos que la hipótesis puede ser rechazada de acuerdo con nuestras observaciones. Cualquier otro tipo de ciencia nos remitiría a la concepción griega de ciencia ametódica, de acumulación de conocimientos transmisibles pero no cuestionables desde un punto de vista empírico.

Este tipo de ciencia a la que nos referimos es la representante más clara del empirismo actual, es la forma más aceptada de conocimiento y la única que tiene el respaldo prácticamente absoluto de la comunidad científica y de gran parte del resto de la sociedad. No obstante, como sistema humano, tiene una serie de limitaciones. De la propia definición podemos derivar el primer problema, que la ciencia no pretende establecer nuevo conocimiento sino dar una solución a una pregunta, la hipótesis. No puede generar un conocimiento nuevo, sino que construye sobre los conceptos que previamente poseemos para dar una respuesta. Difícilmente obtendremos una revolución en nuestra comprensión a través de negar enunciados aislados y la acumulación de pequeñas hipótesis probables sólo nos sirve de premisas débiles de las que obtener conclusiones que sirven de premisas, a su vez, de otras conclusiones cada vez más endebles. Pero no es éste el problema más grave de la Ciencia, pues con sólo aceptar esta limitación dejaría de serlo, aunque a cambio perdiera cierto valor epistémico. Sigue leyendo →

¡Compártelo!

  • Imprimir
  • Facebook
  • Correo electrónico
  • Twitter
  • Reddit

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Enfadado

27 miércoles May 2015

Posted by Khajine in Salud y bienestar, Semi-ensayo (ensayos inconclusos)

≈ Deja un comentario

Etiquetas

Aragón, castellano, Castilla, Christopher Domínguez Michael, Descartes, distopía, enfado, España, filosofía, fotografía, Hispanoamérica, historia, historia falsa, Latinoamérica, modernismo, ucronía


11219226_994548810585969_5721532691573656456_n

Miro la fotografía, la leo. Me siento Descartes; no puedo creer lo que veo. Tomaos un segundo antes de decidir si seguís leyendo porque, por favor, quiero que una vez hayáis empezado no abandonéis la lectura ya que os llevaríais una mala interpretación de mi opinión.

.

.

.

Así iba a empezar:

.

Enfadado

 

Varias alternativas: Sin España, en Latinoamérica habría reservas de indios como en EE.UU. y se hablaría inglés. Sin España, se hablarían cientos de lenguas sin importancia literaria alguna o se habría aniquilado, directamente, a sus pueblos. Sin España, no habría Latinoamérica como concepto (bueno, más exactamente, sin la creación de las colonias castellanas y el neologismo francés que se acuñó para incluir su parcelita). A pesar de eso, los sefardíes hablan español, en ciertas regiones del sureste asiático, como Filipinas, hablan español y determinadas regiones de África (Guinea Ecuatorial y Sáhara Occidental) hablan español. Tonterías aparte, producto de analizar la «literaturografía» (geografía literaria, por si acaso) cuando la literatura es un acto más social e individual que geográfico, si nos ponemos exquisitos a la hora de afirmar sandeces, podríamos decir que: sin Hispanoamérica (¿¿¿¿Latino???? ¿Importa que en Brasil se hable portugués para el goce de la literatura en español?), España y Venecia no habrían podido sufragar las guerras contra los otomanos y, probablemente, al menos todo el Mediterráneo hablara una derivación del turco o, bien, ya que el mundo sería un tercio más pequeño, España habría llegado a la China o a las Indias de verdad en lugar de a un macrocontinente poco densamente poblado y el español tendría 3000 millones de hablantes en lugar de 800. Puestos a «ucronizar» o a «ugeografizar», creo que esto daría para unas novelas mucho más divertidas que la que se ha montado este caballero en la cabeza. De hecho, puede que escriba algo al respecto. Vaya, debo agradecerle a un latinoamericano estas ideas para un buen relato. 


Sí, soy español, y vivo en México y bien, pero mi condición no me ciega. Hablar de lenguas sin analizar la historia es un soberana «soplapollez». Puede que la afirmación esté sacada de contexto pero tal como está expuesta es intencionalmente agresiva. El hecho de constatar que los últimos 120 años haya mejor literatura en un casi-continente que en un país es ridículo. Y más cuando una lengua no se forma por fronteras políticas sino, ¡oh!, lingüísticas. Considerar el español por fragmentos lo único que puede hacer es llevarnos a rencillas absurdas y más cuando la literatura no es creada por una nación ni tiene sus límites en el borde de un estado sino donde alcance a ser distribuida, leída y comprendida. Me ha ofendido que un «historiador, ensayista y crítico» (aunque tengo la esperanza de que sea descontextualizado) sea tan necio a la hora de analizar la realidad. No leeré el artículo por conservar la esperanza en él y para no darle el privilegio a la fuente de tener más visitantes y colocarse mejor en los buscadores. Para publicar idioteces ya tenemos Televisa y la Razón..

¡Compártelo!

  • Imprimir
  • Facebook
  • Correo electrónico
  • Twitter
  • Reddit

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

En la pared

29 martes Jul 2014

Posted by Khajine in Semi-ensayo (ensayos inconclusos)

≈ Deja un comentario

Etiquetas

deseo, filosofía, pared, Perspectiva, realidad


A mi alrededor todo se derrumba y no veo siquiera una grieta. Crisis y oportunidad, pero sin hablar de economía. Por momentos me veo abrumado por una crisis vital, un qué hago aquí, y aspiro a que sea una oportunidad existencial pero en lugar de buscar respuestas que me ayuden hago otra cosa: las decido.

De alguna manera descubro que todo son ruinas de un compromiso de la realidad, que la gente cree ver lo que le han enseñado a ver: que esa pared es pared y que esa piedra es una piedra, que ama porque el amor existe y que llora porque ha perdido algo que era cierto. Quizá lo material sea incuestionable y no pueda negar la pared en sí, pero ni siquiera de esa forma podemos considerarla una pared «pase lo que pase». Si estoy sobre la pared, es un banco, un barranco, una caída, una línea de un pie de anchura; si estoy a su lado es un camino marcado, es un apoyo para que no me caiga. Quizá es simplemente bella, ¿por qué no? Sólo el compromiso con la sociedad me hace aceptar que la pared es una pared y, además, me confiere la posibilidad de hablar de ella y que tú me entiendas. Pero ese acotamiento que suponen las palabras, que bisela cuanto me rodea, no confiere realidad.

La realidad es más compleja y al mismo tiempo más simple. Podemos ver esa pared como pared porque realmente es lo que deseamos ver al verla. Esa pared se constituye como pared cuando yo la veo como pared. Si al mundo esa pared le consta como pared o no, realmente poco importa, para mí, mientras la siga viendo como pared. Construyo la realidad con el deseo.

Me fundo con la pared para contemplar mi alrededor y me siento como un borracho o como un niño, mintiendo para decir la única verdad que conozco: que sólo mi deseo es realidad, un anhelo de crear

¡Compártelo!

  • Imprimir
  • Facebook
  • Correo electrónico
  • Twitter
  • Reddit

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Imagen

Ghost buster

08 domingo Dic 2013

Etiquetas

cazafantasmas, Dios, dios ha muerto, filosofía, Nietzsche


CCI08122013

¡Compártelo!

  • Imprimir
  • Facebook
  • Correo electrónico
  • Twitter
  • Reddit

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Publicado por Khajine | Filed under Viñetas

≈ Deja un comentario

Generación Paulo Coelho

17 lunes Jun 2013

Posted by Khajine in Hernando Cosí Y Edgardo Rojas

≈ 8 comentarios

Etiquetas

aforismo, cadenas de email, coca-cola, crisis, eslogan, facebook, Felicidad, filosofía, generación, Hernando Cosí, límite, lema, microrrelato, Paulo Coelho, pensamiento, sonrisas


Generación Paulo Coelho, Hernando Cosí

Antes de comenzar a escribir este artículo me retracto y pido disculpas, sobre todo en lo que respecta al título. Porque la generación de la que hablo, además, ni siquiera es la suya sino la mía y quizá le ajustaran más otras consignas como “generación de la filosofía coca-cola” o del eslogan vacío.

No obstante, creo que la elección es acertada en tanto que facilita la comprensión del contenido del ensayo y, más allá, porque me gusta cómo suena (y quienes me hayan oído sabrán que me gusta mucho).

Vivimos una época en que todo el mundo lee y, sin embargo, encontramos incultura en todas partes. Y es que leer no sirve de nada si lo que se lee no ayuda a reflexionar (o, al menos, a corregir la ortografía). La gente lee en internet y, entre otras noticias, la siguiente:

“Leemos, como mucho, textos de seiscientas palabras. Después perdemos la concentración”. Seiscientas. ¡Seiscientas! Eso es una página de Word. Más precisamente, una página de Word a espacio 1,15 en Times New Roman de tamaño 11. En una página de Word, una persona debe ser capaz de razonar y alcanzar conclusiones lógicas y meditadas sobre por qué Cristiano está triste o por qué hemos entrado en una crisis financiera con grandes paralelismos con la de la Gran Depresión de 1929 y que podemos hacer nosotros para no hundirnos con todo el equipo y reflexionar sobre si es una buena oportunidad para dar un enfoque ético y ecológico a la política económica. Por poner un par de ejemplos al azar.

Parece obvio que no hay cabida para un pensamiento sosegado y profundo; como mucho para bombardear con datos y cruzar los dedos para que el lector que acceda al texto tenga capacidad suficiente para hilar él solo los argumentos. Y, en este mundo acelerado, aparecen dos rasgos sintomáticos: los aforismos y los microrrelatos.

No tengo nada en contra de ambos formatos, no en particular contra ninguno. Dicen, respectivamente, una amiga y un amigo (las citas no son literales):

-“el aforismo puede hacerte crecer por dentro cuando lo dotas de sentido”.

-“el microrrelato insinúa más que afirma y hace que el lector cree su propia historia”.

Preciosas afirmaciones, pero creo que ingenuas. Porque son ciertas en un determinado contexto: cuando caen en manos de gente cultivada que tiene la capacidad de extraer del texto su información y unirla con el bagaje personal, enriqueciéndola. Pero en cualquier otra mano sólo puede despertar pensamientos vagos y anodinos.

Una generación acostumbrada a textos burdos de seiscientas palabras será incapaz de aprovechar en lo más nimio lo que un buen aforismo o un microrrelato de calidad sea capaz de aportar.

Y aquí es donde el autor superficial cobra su sentido. La literatura de entretenimiento tiene un papel: entretener (y no formar intelectualmente). Y es un papel digno siempre y cuando no intente traspasar sus propias fronteras. Pero que en una generación hayan calado lemas superficiales como filosofía de vida (no hay más que rastrear las largas cadenas de emails o los muros del facebook, incluido el mío) nos habla del nivel intelectivo de la, probablemente, generación más leída de la historia.

Ya en otro momento me detendré a hablar de “sobre qué” versan estos lemas y su importancia como abortivos de ideas (o, quizá, análogamente, como “píldoras del día después” del pensamiento). Contra la crisis: vida interior, felicidad y sonrisas.

Y ya no me queda espacio para mucho más.

Quinientas ochenta y cuatro palabras. Por si acaso.

¡Compártelo!

  • Imprimir
  • Facebook
  • Correo electrónico
  • Twitter
  • Reddit

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Hemiensayo sobre la tristeza

14 jueves Feb 2013

Posted by Khajine in Semi-ensayo (ensayos inconclusos)

≈ Deja un comentario

Etiquetas

emoción, ensayo, filosofía, la mujer, sensibilidad, sentimiento, sublimación, tristeza


Como buen ensayo inconcluso, la hipótesis principal no se desarrolla, pero puede inferirse. Y debe inferirse/pensarse/discutirse para darle sentido al texto.

El cuerpo y sus necesidades, la hipótesis de los vasos comunicantes, la represión de la mujer en la sociedad y la sensibilidad

Cuatro apuntes básicos para un ensayo inconcluso:

La hipótesis de los vasos comunicantes, a grandes rasgos, es muy sencilla: un vaso lleno y un vaso vacío se compensan a través de un hilo conductor hasta llegar a estar los dos medio llenos. Esta hipótesis (teoría para física al hablar de literales vasos comunicados) puede aplicarse a numerosos campos de lo humano.

Por ejemplo, y entrando en un tono jocoso, en la elección de una pareja. En esta decisión vale lo mismo una pareja que nos satisfaga suficientemente en el plano físico y emocional que una que nos satisfaga mucho en uno de los dos aspectos aunque en el otro quede corto. Puede verse en las numerosas parejas que se mantienen sólo porque “me pone mucho aunque no me demuestra que me quiere” o “nos queremos, aunque no sé si sigo enamorada/o”.  Es necesario tomar esta “verdad” con pinzas, pues en muchos casos, la diferencia entre un vaso y otro, si es demasiado grande, puede dar lugar a un colapso del sistema (“es que es demasiado fea/o aunque sea muy maja/o”; “me maltrata”). Si el sistema colapsa, no hay comunicación. Fin del juego.

Pero si aceptamos que los vasos que siguen comunicados tienden a compensarse, podremos ver analogías en otras parcelas de lo humano. Como segundo ejemplo, y este es que nos atañe, la sensibilidad y el espíritu[1]. La sensibilidad son las condiciones físicas o biológicas que posee un cuerpo. El espíritu representa a todo aquello que no puede ser percibido a través de la razón sensible (los sentidos) que, no obstante, somos capaces de notar. Quiero marcar esta dualidad porque, aunque ambas se enmarcan en la materia, son cualitativamente diferentes (igual que lo son la vista y el oído).

El cuerpo tiene unas necesidades fisiológicas que debe satisfacer. Entre estas necesidades podemos incluir, de forma clásica, la alimentación (ojo, la nutrición no es una necesidad del cuerpo sino celular, no seamos más biólogos que Darwin[2]), la sexualidad[3], la ventilación pulmonar[4]… Y todas ellas, satisfechas, pueden dar lugar a un individuo, con simpleza, medianamente feliz (aún no hemos comenzado a llenar el vaso de lo espiritual y ya tenemos un individuo “simplemente” feliz… O feliz “de una manera simple”). No obstante, la razón humana, que nos diferencia en objetivos (que no en necesidades) de otros organismos, nos aporta, para nuestra frustración, un vaso nuevo comunicado con el primero. No es que este vaso no existiera previamente (cualquiera que tenga un animal viviendo en casa verá que ellos también tienen necesidades emocionales), pero en el caso de los  humanos, cobra una preponderancia tal que se vuelve imprescindible al aportar un nuevo vacío a cubrir.

A un animal irracional[5] le basta con sus necesidades fisiológicas y, sobre todo, y es en esto en lo que radica la diferencia de vasos, necesitan cubrir estas necesidades de forma completa sin posibilidad de comunicación entre ambos vasos. Necesita llegar al mínimo suficiente en este vaso (y quizá también en el otro) pero de forma independiente, sin posibilidad de compensar el uno con el otro y viceversa.

El hombre, sin embargo, inventa el ascetismo, inventa la abstinencia, inventa el ayuno… Todas ellas acciones que van “contra el vaso fisiológico”. ¿En qué medida estas acciones que van contra nuestra naturaleza impiden al hombre ser feliz? ¿Os imagináis un perro (gato, caballo…) feliz pasando hambre, con abstinencia…? El hombre posee el segundo vaso y está comunicado con el primero.

Para este segundo vaso (con dos brochazos rápidos me lo quito de encima[6]) el hombre debe aportar sus emociones. Una persona amada, respetada o, incluso, mística, puede darse por satisfecha en este campo. Se puede ver, a lo largo de la historia, que muchos filósofos consideraban la Amistad (filia-amor), la Justicia (el respeto) o la Inteligencia (la mística) eran razón suficiente para alcanzar la felicidad. Y, en el caso de la razón Mística, por ejemplo, en muchos casos, las pasiones (que identificaban con las necesidades fisiológicas de su cuerpo) se hallaban tan sometidas que el vaso de lo sensible (lo físico) no podía llenarse por sí mismo hasta términos aceptables, sino que debía llenarse desde el campo de lo sentimental (es decir, la parte no perceptible de nuestras sensaciones).

Y el cuerpo tiende a llenar estos vasos, siempre. Tirando de donde haga falta. Compensa la ausencia de sensibilidad con sentimentalidad y la ausencia de sentimentalidad con sensibilidad, con el fin de alcanzar la felicidad.

No obstante, cuando el cuerpo reclama lo sensible y no es satisfecho, cuando reclama lo sentimental y no es satisfecho, se sublima en forma de emoción[7].

Las emociones son sentimentalidades no racionales, no voluntarias. Por ejemplo: la tristeza, la ira… Esta tercera forma no funciona como un vas comunicante, pues podríamos considerarlo como insaciable e insatisfactorio. Nunca una persona va a sentirse suficientemente irascible o suficientemente triste como para ser feliz. Pero el cuerpo necesita sentir para sentirse vivo y, ante la ausencia de sensibilidades y sentimentalidades, reacciona llenando los vacíos de emociones.

Y con ello, llego al último punto, que sólo viene al caso como un relato paralelo, subjetivo y en el que no voy a extenderme, de por qué la mujer ha sido siempre considerada emocional (irracional) y no intelectual, y la razón de ello. Y esta es muy simple: la represión a que ha sido sometida (de forma externa) le ha llevado a un punto en el que no podía satisfacerse fisiológicamente (el ascetismo cristiano magnificado en el caso de la mujer) ni intelectualmente (herederos del aristotelismo que consideraba a un ser carente de alma racional). Por ello, su cuerpo se sublimaba emocionalmente, incapaz de encontrar su sitio y la felicidad.


[1] El uso de la palabra espíritu es para continuar con el uso occidental de la palabra, no por un dualismo alma-cuerpo. Con espíritu ataño a todo lo sentimental y no a lo sensible.

[2] O “más papistas que el Papa” (en momentos de crisis católica).

[3] De la misma forma que lo anterior: el sexo. El sexo, a mi parecer definidor de especie, no es una necesidad del cuerpo, sino de la Biología. Sin profundidad, el concepto sexo no daría cuenta del acto sexual (eso entraría en el ámbito de la sexualidad) sino del intercambio genético entre dos organismos compatibles.

[4] Igual para la respiración.

[5] Terminología clásica, de nuevo para facilitar la lectura. Los animales poseen una razón cuantitativamente inferior a la humana pero no cualitativamente diferente. Otra vez remito al conocimiento de los animales domésticos y a la observación de su inteligencia.

[6] No es que se pueda quitar rápidamente de en medio, sino que esta concepción la veo más intuitiva que razonable (o, siendo razonable, no hay un razonamiento corto).

[7] Desconozco el uso tradicional de emoción, por ello, en el párrafo subsiguiente hago una definición para su lectura correcta. La sublimación del cuerpo puede asumirse análogamente a la sublimación del alma kantiana para enfrentarse a aquello que sobrepasa su razón.

¡Compártelo!

  • Imprimir
  • Facebook
  • Correo electrónico
  • Twitter
  • Reddit

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Cuando te descubres doble

11 lunes Feb 2013

Posted by Khajine in Semi-ensayo (ensayos inconclusos)

≈ Deja un comentario

Etiquetas

doble, filosofía, hombre, lógica, poeta, razón, sentimiento


¡Qué fácil sería aceptarse racional desde lo sensible! (parece, incluso, un camino lógico) y sólo exige valentía mantenerse entre ambos mundos y no renegar de lo pasado (y convertirlo en otra mitad del presente).

Pero el paso desde el camino del sí y el no al bueno-quizá-tal vez, aceptando el blanco como blanco sólo en aquellos casos en que el negro sea obvio, no resulta tan sencillo: va contra la lógica de “lo que es, es, y no puede no ser y lo que no es, no es”… Por supuesto, en abandonar esa lógica reside el primero de los problemas (y el único y fundamental).

Porque si todo lo bueno tiene algo malo, y viceversa, no resulta tan fácil acertar y no concedemos, pues, a la razón la facultad única del discernimiento. Sopesar el peso de lo bueno y de lo malo, dentro de lo que no es bueno o malo sino bueno y malo, es valorar. Cada opción que aceptemos será un compromiso que tomemos con la verdad, pero la verdad habrá dejado de ser algo objetivo y observable externamente. Seremos parte con esa verdad que decidamos.

Y este compromiso vital, además, no anula los hechos, que siguen estando presentes y siguen siendo inapelables. Y abordar estos hechos desde la perspectiva del sujeto impedirá la comunicación con la masa, con la que tenemos el compromiso de la comunicación. Por ello, nuestra decisión al aceptarnos dobles es, al menos, doble también. Y ya veremos que no sólo.

Dos visiones, la propia (o subjetiva) y la de compromiso (o con un intento objetivo o de comunicación, que no tienen por qué ser compatibles entre sí. Pero se puede ir, incluso un paso más allá y reconocer en la razón de compromiso algo de nosotros mismos: nuestra propia razón del “sí y el no”. Formamos parte del pacto de comunicación porque reconocemos en el sí y el no algo de cierto (o la certeza completa si no tomamos la decisión de ser sujetos que viven su verdad) y este “sí y no” se contrapone con lo que sentimos al ver la realidad.

El lenguaje binario, computacional, incuestionable… se contrapone con nuestro cuento de matices, con la historia vital que nos compone y da forma al mundo que nos vive.

Más allá… ¿cómo comunicar lo vivido en la intersección yo-mundo al mundo para que comprenda el yo? ¿cómo entender qué sucede en la mente del otro y comprender lo que le comunicamos si no aceptamos que lo objetivo y de compromiso guarda una relación íntima con aquello que somos? Porque yo no lo acepto, pero creo que podemos comunicarnos.

Creo en lo objetivo y lo acepto, pero lo acepto subjetivizado y es esa subjetivación la que me es imposible comunicar objetivamente. Entramos en el bucle que nos llevaría a ser jamás comprendidos y, en ello, existe una tercera decisión: no podremos ser comprendidos en tanto que somos sujetos.

No obstante, esto no es del todo cierto ¡ay de mí, que me estoy introduciendo en un campo que no puedo explicar desde lo objetivo! Apelo a vuestros sentimientos (y a que no me dejéis caer) porque esta es mi última arma y la esgrimo aun a riesgo de que quiebre: para comunicarnos con el otro usaremos lo objetivo (el compromiso, el contrato) pero para ser comprendidos en esencia deberemos acudir a la poesía.

Hombre (racional) y poeta (sujeto). Y no digo que sea la única opción verdadera, pero es mi verdad. Quien tenga oídos que escuche.

¡Compártelo!

  • Imprimir
  • Facebook
  • Correo electrónico
  • Twitter
  • Reddit

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Ontología Poética

10 jueves Ene 2013

Posted by Khajine in Poesía

≈ Deja un comentario

Etiquetas

belleza, estética, estilo, filosofía, poesía, poeta


Ontología Poética

O de la tautología

 

Cuando comienzas poesía

aparece rima fácil

y todo verso que nace

parece, en verdad, tan grácil.

 

Y para alcanzarla hacemos

gala de todo recurso.

A veces parece imposible

la base de nuestro discurso.

 

Luego descubres que la rima

es un recurso más del tempo

¡que puede ser rápido!

o lento

que modifica al lector

que es quien regula los textos.

 

Y juegas con versos largos

y cortos.

Con narraciones completas

y aforismos inconexos.

De tanto jugar percibes ¡dios tuyo!

que es innecesario el tempo.

Y que lo único que es poesía

es consecución de versos.

 

Llegas a ver la poesía como colección de instantes estéticos,

como razón en sí misma,

como discurso vital

y gimes contra el yo infantil que trataba de rimar versos

(y de buscarlos sentido).

 

Piensas, entonces, que la belleza del verso no es más que una de tantas expresiones de lo estético.

Quiebras el ritmo, la rima, el verso, dejas de buscar lo bello y, por fin, hasta abandonas el impacto.

Quedáis, para la poesía, escritor, lector, mensaje y texto.

 

Y el vacío.

 

Y entonces, y sólo entonces,

vuelves a buscar lo estético

y con la perfección estilística

te acercas de nuevo a lo bello

y con ritmo cadencioso

lo vas componiendo versos…

¡Que hasta riman!

Y has vuelto de nuevo al comienzo.

¡Compártelo!

  • Imprimir
  • Facebook
  • Correo electrónico
  • Twitter
  • Reddit

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Multitemático

04 viernes Ene 2013

Posted by Khajine in Microrrelatos

≈ 1 comentario

Etiquetas

educación, filosofía, final múltiple, ironía, sexo


Inicio:

– Los niños y los borrachos nunca mienten.

———————————————————————————–

Continuación 1: Dialéctica

– Mienten tanto como hablan. ¿O acaso no has estado nunca con un niño o un borracho?

– El refrán no es engañoso, no obstante. En las mentiras de niños y borrachos existe un anhelo, un deseo. Cuando el niño trata de que le creamos al decir que tal cosa le pertenece, por ejemplo, lo que nos está hablando es el Deseo. Y es ese Deseo el que también comparte el borracho, el que le lleva a afirmar que ex-Fulanita volverá con él si la llama a las tres de la mañana ¿O no lo crees así?

– He de darlo por cierto, sin duda.

– Y no sería, por lo tanto, excesivo afirmar que, si retomamos el refrán dándole una vuelta más a la tuerca sobre cuyo eje gira, es el Deseo la Realidad, por ser el Deseo la única sinceridad que se puede llegar a encontrar. Todo lo demás, es opinión.

 

Continuación 2: Pedagógica-irónica

– Estoy de acuerdo. Por ello,  yo hago los exámenes los viernes por la noche, después del botellón – dijo el profesor que todos llevamos dentro.- Jamás hay una sola respuesta errónea.

 

Continuación 3:  Sardónico-místico

– Por ello, dar de beber a un niño es un Acto Puro de Sinceridad. Y como sólo Dios es Acto Puro, pues todos los demás poseemos cualidades en potencia aún por desarrollar, podemos aventurar que dar de beber a un niño es un acto divino. «Di vino» vertido dentro del niño, se entiende.

 

Continuación 4: Romántica

– Por ello, compartamos esta botella y vayámonos a hacer verdades o a fingir que las hacemos.

¡Compártelo!

  • Imprimir
  • Facebook
  • Correo electrónico
  • Twitter
  • Reddit

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Caperucita Roja y el Logos Feroz

18 jueves Oct 2012

Posted by Khajine in Cuentos cortos

≈ 2 comentarios

Etiquetas

ética, democracia, filosofía, libertad, nuevo régimen, palabra, política, pueblo, retórica


Una mañana cualquiera, y no es una palabra azarosa, Caperucita Roja se levantó con intención malograda de no hacer nada. Le habría gustado quedarse reposando en la cama, pero su sentido de la responsabilidad no lo hubiera hecho posible. El sentido de la responsabilidad, en este caso particular, tenía un nombre: Mamá. Consciente de que enfrentarse a Mamá lo único que traería son consecuencias catastróficas, como un cargo de conciencia a base de capones, decidió, por tanto, que lo más sensato para el bienestar de Caperucita Roja era hacer lo que debía. Y ese deber inculcado era cuidar de su abuelita Loebesum.

Siguiendo una tradición de generaciones, esta loable señora vivía aislada en el interior del bosque, donde la emergencia de beneficiosas propiedades curativas y sanatorias la mantenía en una precaria estasis de salud física y mental siguiendo el famoso dicho de: “mujer enferma, mujer eterna”. Cubriendo las atenciones necesarias, un médico llamado Demókrato, un anciano venido de la Antigua Grecia, se dedicaba noche y día a cuidarla y acompañarla, de forma que Loebesum no se expusiera a ningún mal innecesario. Demókrato, sin embargo, no disfrutaba en absoluto de su trabajo, puesto que Loebesum era una carga inaguantable la mayor parte del tiempo. Quien únicamente disfrutaba en su presencia era la pequeña Caperucita Roja. Pero Caperucita Roja no siempre tenía tiempo para Loebesum,  y no se preocupaba de continuo por ella. Por ello era Demókrato, por obligación hipocrática y una considerable suma de dinero, quien se encargaba de sus cuidados.

Pero a Demókrato lo que realmente le interesaba era Caperucita Roja y siempre que ella venía a visitar a su abuela aprovechaba para pasar largos ratos hablando con ella. Gracias a su gran habilidad para la retórica, Demókrato tenía encandilada a Caperucita, que estaba convencida de que nadie mejor que el griego era capaz de cuidar a su abuelita. Le hablaba de lo importante que era mantener a Loebesum sin contactos innecesarios que sólo la contaminarían, de que demasiado tiempo junto a ella podía perjudicar seriamente su estado de salud y, sobre todo, de que juntarla con otras posibles abuelitas, reuniéndose numerosas “caperucitas” con sus ancianas “loebesums”, lo único que traería consigo era conflictos, enfermedad y pérdida de muchas abuelitas.

Pero este día cualquiera, retomando el principio del cuento, Caperucita tenía la obligación de ir a visitar a su abuelita por orden de su sentido de la responsabilidad. Así que se puso su famosa capa roja, con caperuza sanguina, sus botas del color magenta, su camisita grana y una cesta, marrón. Sí, porque no todo era rojo en Caperucita. Y de esta guisa, llevo el guiso de su madre por el camino corto del bosque hasta casa de su abuelita. En el camino hacia “Villa Loebesum” (pues cada uno a su casa puede llamarla como quiera), Caperucita se encontró con un macilento animalejo. En otros tiempos, quizá, habría sido un portentoso lobo, de pecho amplio y velludo, con los dientes como puñales y las patas grandes como columnas. Pero lo único que quedaba de aquel supuesto pasado glorioso eran unos ojos brillantes, llenos de inteligencia maligna. Pero Caperucita, inocente y culpable, no fue capaz de realizar una lectura correcta de su mirada y aquel animal, que no daba miedo, despertó su curiosidad.

– Hola señor lobo – canturreó Caperucita, acercándose a la alimaña.

– Señor Logos, por favor – respondió con voz grave de tenor.

– De acuerdo: señor Logos. Estaba paseando por el bosque y le he visto renqueante, caminando como en círculos. ¿Está usted bien?

– Sinceramente, mejor que nunca – respondió Logos.- Caminar en círculos mejora mi salud considerablemente, aunque suelo hacerlo cuando nadie me ve.

– Oh, vaya – se disculpó, infantilmente, Caperucita.- Siento haber malinterpretado su terapia y haberla interrumpido.

– No, por favor, no te disculpes – dio dos pequeños pasitos hacia ella y se dejó caer sobre su abdomen.- Me gusta caminar en círculos, pero aún mejor es hablar con alguien tan joven e inocente como tú. Es aún más beneficioso, ¿sabes? – caminó, con la cabeza en el suelo, arrastrándose con sus patas delanteras, en señal de sumisión.- Estoy demasiado acostumbrado al contacto con ancianos; tanto que, al final, se me pega.

Las palabras del sr. Logos parecían ser reales, puesto que conforme fue acercándose de palabra y de físico a Caperucita iba recuperando un aspecto más juvenil. Seguía, no obstante, siendo un animal raquítico, estrecho de cadera y con las costillas marcadas.

– Aún no me has dicho tu nombre, niña – dijo el lobo endulzando la voz hasta convertirla en empalago.

– Me llaman Caperucita Roja por mi…

– Pero ése no es tu nombre, ¿verdad? – interrumpió la respuesta, aunque lo hizo con un tono sutil que no resultó en absoluto ofensivo.

– Mi nombre real es Demé – dijo Caperucita.

Logos se levantó y olisqueó a Demé, que se había sentado, recogiendo su bermellona falda bajo sus rodillas. Resultó que a Logos le gustó Demé: no sólo su aspecto era inocente, sino también su olor. Se dejó acariciar por Caperucita, de forma que ella pensara que Logos podía ser su lobo. La pelambrera de Logos estaba mojada, pero cada vez tenía mejor aspecto.

– ¿E ibas a alguna parte en tu paseo, Demé? – preguntó Logos, con la cabeza reposando sobre el muslo de Caperucita.

Caperucita no dudó en contestar:

– Iba a ver a mi abuelita Loebesum y a llevarle una cestita con comida y medicinas.

La oreja de Logos hizo un movimiento de alarma, aunque el resto del cuerpo permaneció bajo el control del animal sin reaccionar por lo que Demé lo adjudicó automáticamente a la molestia de algún insecto. Tras proseguir cierto tiempo en la misma postura, hablando con Caperucita con un tono de voz relajado y dejando que Demé decidiera los temas de conversación, se disculpó y dijo que debía marcharse. Eso sí, no sin antes asegurarse de que llegaría a casa de Loebesum antes que Caperucita:

– Bueno, señor Logos, si usted se va yo iré a casa de mi abuelita, que me he distraído largo rato y estará esperándome.

– Tienes razón, Demé. Si crees que debes ir a ver a tu abuelita y a llevarle tu cestita adelante. Pero ya que vas a llegar tarde, yo no tomaría el camino recto. Total, un poco antes o un poco más tarde, va a seguir siendo tarde igual.

– ¿Ah, no? ¿Y qué haría usted señor Logos?

– Llevarle algún regalo a tu abuelita.

– A lo mejor tiene razón, pero… ¿dónde compro yo un regalo ahora mismo?

Al lobo se le indujo una sonrisa maquiavélica que logró controlar con un carraspeo.

– No tiene por qué ser un regalo al uso. A tu abuelita le haría muchísima ilusión que le adornaras su casa con flores. Villa Loebesum – pues Caperucita le había revelado el nombre – llena de flores bellísimas sería preciosa.

A Caperucita se le alegró el rostro. Siempre había imaginado a su abuelita Loebesum adornadísima y feliz en su casita, protegida por Demókratos, y radiante.

– Las mejores flores – continuó Logos – son sin duda alguna las del camino del Sur. Allí puedes encontrar flores de diferentes tamaños y colores, de todas las variedades, variegaciones e, incluso, variantes de éstas y de las otras.

A Demé ya le daba igual lo que le dijeran, todo le sonaba a belleza para Loebesum, así que despidióse corriendo de Logos y fue canturreando al camino del Sur, entre saltitos.

En cuanto Demé estuvo fuera del alcance de su vista y viceversa, Logos comenzó a caminar con paso cansino hacia Villa Loebesum. Aunque había rejuvenecido en parte, todavía estaba demasiado cansado para ir corriendo. A mitad de camino recogió una bata y un fonendoscopio y, echándoselos a la espalda, completó el camino hacia la casa.

Caperucita llegó poco más tarde, con un inmenso ramo de flores que distribuyó alegremente por la casa en cuanto Demókratos le dejó entrar. La abuela permanecía en cama, arropada hasta el cuello y el médico griego le dijo a Caperucita que no se le acercara, que estaba suficientemente sana pero no le convenía el contacto con Demé. Para mejorar su salud, lo mejor que podía hacer era adornar la casa con las flores, dejar la comida y la medicina, e irse de vuelta con su madre.

– Demókratos se quedará a cuidarla, no te preocupes – dijo el doctor.

Loebesum permanecía callada y adormilada en su lecho, sin ser muy consciente de lo que sucedía a su alrededor. Demókratos fue hacia la puerta, en un gesto, sin subterfugios, para indicarle a Caperucita que debía abandonar Villa Loebesum.

Pero Demé, a veces, se comportaba como una niña y quiso correr a darle un beso a su abuelita para despedirse hasta la siguiente vez que fuera y el doctor sólo pudo agarrarla de la capa cuando estaba al lado de la cama y tiró de ella para apartarla. Caperucita, en un intento desesperado de luchar contra la fuerza de Demókratos, se agarró a la sábana que cubría a Loebesum y la arrastró consigo en su caída. Al retirar la sábana, vio el cuerpo magullado de su abuela, lleno de heridas y cortes y creyó distinguir lo que parecía, claramente, una dentellada de lobo.

Al girarse, asustada, inocente e incapaz de asimilar lo que había sucedido, vio cómo Demókratos se estaba convertido en una quimera. Parte de su cara aún era la del anciano médico, pero también se encontraba ya, en parte, la mirada del lobo que había visto en el camino. Con su cuerpo y sus espasmos de transformación, el médico bloqueaba completamente el camino de Demé hacia Loebesum, por lo que a falta de otra posibilidad y temiendo por su vida, Caperucita tuvo que salir corriendo de casa de su abuelita.

Como era de esperar, en cuanto acabó la transformación, el Logos feroz corrió tras los pasos de Demé. Había recuperado parte de su fuerza y era más que suficiente para dar alcance a la niña y descuartizarla. De hecho, a punto estuvo de ser así cuando, de pronto, una sombra inmensa chocó contra el lateral de la bestia y la mandó volando por los aires.

Al lado de caperucita se encontraba un cazador del bosque. Un hombre de dimensiones inconmensurables, todo fuerza y juventud, armado con un cuchillo de desollador y sin ninguna piedad reflejada en su fiero rostro. Pero en sus ojos brillaba una inteligencia educada. Su nombre, supo Demé cuando se presentó, era Nèokathestoós aunque por complicaciones de dicción y de escritura, le seguiremos llamando “el cazador” a partir de ahora.

El cazador y el lobo se miraron desafiantes. Se reconocieron en seguida aunque no se habían visto nunca. El lobo, quizá, se reconoció a sí mismo hacía mucho tiempo y el cazador vio una cierta familiaridad en la mirada del lobo que pudo sentir como propia o como producto de un advenir posible. Esta visión, que en principio hubiera podido ser el inicio de una solución pacífica, despertó en ellos una mayor agresividad.

Antes de atacar, el Logos feroz se lamió la herida que el cazador le había realizado con su inesperada carga al tratar de perseguir a Demé. Enfurecido se lanzó sobre el cazador y lanzó una dentellada al aire al apartarse éste de un salto.

– Deja de perseguir a ¿cómo te llamas? – preguntó el cazador dirigiéndose a Caperucita.

– ¡Demé! – respondió ella a voz en grito, sin saber por qué.

– Deja de perseguir a Demé, ¡maldita bestia! – gruñó el cazador antes de lanzarse sobre el lobo y cortarle una oreja con su cuchillo de desollar.

El logos feroz se revolvió y se apartó antes de que el corte del cuchillo fuera fatal.

– Yo llevo cuidando años de Demé y Loebesum, ¿quién te crees tú que eres para decidir sobre ellas? – contestó el lobo y se lanzó sobre el cazador, aunque antes de que llegaran sus dientes a clavarse sobre él, respondió, esgrimiendo su cuchillo.

– El tiempo que lleves no importa, ya que no cumples más esa función. Ahora dañas a Loebesum y persigues a Demé.

El tajo esta vez recorrió el lomo completo de la bestia, revelando el blanco de algunos de sus huesos. El grito de dolor fue tan humano que estremeció incluso al propio cazador.

– Mis métodos han protegido a Loebesum de la muerte por abandono y frente a mil agresores como tú y otras loebesums han sido aniquiladas por dejarlas en manos inadecuadas. ¿Qué defensa propones para la abuela y la niña? – el ataque del lobo esta vez fue aún más fiero y la reacción del cazador fue tardía.

Como resultado, las fauces del animal se clavaron en su hombro desnudo y un zarpazo desgarró uno de sus pectorales convirtiéndolo en un amasijo de jirones de carne. Un empujón del gigantón bastó para alejar al animal, pero claramente el ataque había sido fructífero.

– ¡Yo soy el nexo que mantiene la unión entre Demé y Loebesum! – atacó de nuevo el lobo, envalentonado y reforzado tras haber herido al cazador.

Pero esta vez el cazador reaccionó a tiempo y se apartó:

– ¿Y eres realmente un nexo necesario o cualquier nexo valdría? – el tajo del cuchillo le arrancó una de las peligrosas zarpas al lobo, que se alejó cojeando a una distancia prudencial.

Carente de las cuatro patas para poder correr y saltar, el gruñido del lobo era amenazante, pero ya se encontraba vencido. Sólo era cuestión de tiempo que el cazador lo aniquilara.

– ¿Y qué sucede cuando el nexo se considera a sí más importante que a los sujetos que quiere unir? – otra de las zarpas salió volando y el cazador continuó:

– ¿No sería igualmente válido dejar que Caperucita cuidara ella misma de su abuelita? – volaron la cola y una de las patas traseras. El cazador ya no atacaba al centro del logos feroz, sino que jugaba a su antojo:

– Y si, consideramos que caperucita no busca siempre el mismo trato con su abuelita: ¿acaso no resultaría lógico que dejara a su abuelita vivir a su antojo y que estuviera cuanto tiempo quisiera con ella sin que un nexo decidiera cuál es la mejor forma de comunicarse?

Y con un último tajo atravesó el cráneo del lobo, que ya hacía rato que había sucumbido y esperaba el golpe de gracia. En cuanto el cazador extrajo su cuchillo, el lobo volvió a su forma original de médico griego y allí mismo enterraron, entre el cazador y caperucita, a Demókratos.

Ambos fueron a casa de la abuelita, acompañándose mutuamente. A mitad de camino, Nèokathestoós (lo repito para que no se olvide que el hombre tiene nombre, no porque quiera romper con la regla de la lectura comprensiva que había instaurado pocos párrafos atrás) tuvo que detenerse, pues la pérdida de sangre que le producían las dos heridas era tan grave que podía morir en aquel mismo instante.

– Demé, querida… – comenzó, tras haberse sentado apoyando su espada contra el tronco de un árbol.

– Dime, cazador – respondió diligente Caperucita.

– ¿Sabes dónde se puede encontrar la flor de la salud? – preguntó en un quejido.- La necesito para un emplasto, que cure mis heridas. Si no, moriré aquí mismo.

Dudó un instante, pero no sobre dónde se encontraba la flor de la salud sino sobre si merecía la pena salvarle la vida al cazador. Recordaba la historia que le contaba Mamá sobre cuando Demókratos había envenenado a un lobo anterior llamado Autarkos y que éste, al comprobar el griego si había muerto del todo, le lanzó una dentellada brutal que el propio médico tuvo que curar.

Pero al encontrarse en deuda con el cazador, finalmente se decidió por ayudarlo. Caperucita había vivido siempre en el bosque y, aunque no conocía la forma de aplicación de las plantas, sí sabía las propiedades curativas de muchas aunque sólo fuera por habérselas oído nombrar a Demókratos. Así pues, corrió por el bosque hacia donde sabía que estas plantas crecían y le trajo un buen puñado de flores al cazador. Éste masticó las flores, extrayéndoles su jugo y las dispuso como cataplasma sobre las heridas, que inmediatamente se cerraron. Se cerraron, sí, no cicatrizaron. No quedó ni rastro de las heridas que había sufrido del lobo.

Y, en cuanto pudo ponerse en pie, recorrieron lo que quedaba de camino. Una vez en casa de la abuelita, Caperucita se dio cuenta de que su estado de salud era paupérrimo. Demókratos la había tratado durante años pero los últimos tiempos había cometido con ella vejaciones terribles.

– Incluso, aunque no las hubiera cometido, Demé – dijo el cazador -, no era él quien debía cuidar de Loebesum, sino tú. Así que trata de cuidarla a partir de ahora, con cariño y responsabilidad.

Cuando el cazador se dirigió hacia la puerta, Caperucita le gritó que se detuviera.

– ¿Cómo he de curarla? – preguntó la niña.

En la mente de Nèokathestoós brilló una pequeña lucecita de malicia:

– ¿Viste como me curé en el bosque? – preguntó, sabiendo que la responsabilidad de curar a Loebesum era excesiva para tan corta experiencia.

– ¡Pero no sabría imitarlo! – lloró Demé.

– No puedo enseñarte así, tan de repente, y con tan poco tiempo – e hizo ademán de marcharse.

– ¡Cuídala tú, por favor! – gimió Demé.- Por lo menos hasta que se recupere…

El cazador puso la cara que correspondía a las circunstancias y, finalmente, como obligado por los acontecimientos le dijo que aceptara.

– Pero mientras la esté curando tendrás que venir a verla, al menos, dos veces por semana.

– ¡Eso es más de lo que pedía Demókratos! – alegó Caperucita – Está bien, vendré a menudo.

El cazador sonrió, una vez que Caperucita estuvo fuera del alcance de su vista y viceversa. Allí estaba, cuidando de Loebesum, en la casa de la abuelita. Un sueño al que siempre había aspirado… ¡Y con el consentimiento de Demé! Es más, no con el consentimiento, sino con la petición explícita de ésta.

Comenzó a poner emplastos que curaron en apariencia las heridas de Loebesum, que volvió a sentirse suficientemente ágil como para dar paseos por dentro de su casa y hacer alguna corta incursión por los alrededores, pero siempre acompañada del cazador.

Una noche cualquiera, y no es una palabra azarosa, Nèokathestoós se dio cuenta de que, donde deberían haber estado las cicatrices de Demókratos, le estaba creciendo un vello gris y duro.

¡Compártelo!

  • Imprimir
  • Facebook
  • Correo electrónico
  • Twitter
  • Reddit

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...
← Entradas anteriores

Comenta y comparte

Si te gusta el contenido... Comparte el blog o sus entradas , comenta, interactúa, deja el enlace a tu página. Si también tienes un blog, sabes lo importante que es esto. ¡Muchas gracias!

¿Algún tema en particular?

Poesías y cuentos… ¿Qué más?

  • ¿Quién soy? Quien soy
  • Contexto Político; bombardeo de datos
  • Porque hay silencios como textos…

Explorador del blog

  • Cuentos cortos, narrativa, poesía… (340)
    • Cómic Gran ciudad (12)
    • Cuentos cortos (50)
    • Cuentos por capítulos (9)
    • Microrrelatos (42)
    • Poesía (129)
    • Teatro (2)
    • Viñetas (102)
  • documentos serios (3)
  • etimología (1)
  • Héroes (2)
  • Hernando Cosí Y Edgardo Rojas (18)
  • Juegos (3)
  • narrativa (1)
  • OBRAS MAESTRAS (2)
  • Salud y bienestar (10)
  • Semi-ensayo (ensayos inconclusos) (15)
  • Sin categoría (13)
  • Tito (2)

¡Introduce tu dirección de correo electrónico y recibirás la notificación de cada nueva entrada!

Únete a otros 296 suscriptores

Palabras clave

absurdo adiós amar amistad amor arqueología besar Biología café canción chicos cosmo Ciencia ciencia ficción científico cobardía cutreñeta Cómic. decisión dejar desamor deseo despedida Dios distancia Dolor engaño ensayo España Estrella veloz Felicidad Feminismo filosofía futuro García gramática Gran ciudad Hernando Cosí hijo historia falsa hombre humor humor absurdo humor negro Indestructible ira ironía juego justicia la esfera lógica madurez miedo muerte mujer México naves espaciales odio olvido pasado Perspectiva Poder poesía poeta política procesador pueblo realidad religión respuesta sexo silencio soneto sueño sueños tiempo tristeza valentía vida viñeta ética

¡Entradas de moda! (no se dejen arrastrar)

  • Ninguno

Enlaces

  • Página de Letras Dedicado a cuentos, relatos, poesías… de autores noveles y no tanto. 0
  • Pensamientos incómodos De todo un poco, pero sobre todo Arte y Conciencia. Página “marvellous marvellous”…y de un coleguita. 0
  • Página de maquillajes y moda Página de una amiga en la que veréis gangas y recomendaciones para la belleza 0
  • Te sacará una sonrisa Nada más y nada menos,. 0
  • Dibujos, poesía, relatos… Arte. Aquí encontraréis a un pensador y artista mexicano. 0

Administración…ya sabéis

  • Registro
  • Acceder
  • Feed de entradas
  • Feed de comentarios
  • WordPress.com

Visitas acumuladas

  • 19.276 (ése eres tú, ni más ni menos)

Entradas más populares (no se dejen arrastrar)

  • Lo peor de la poesía
  • Almas gemelas
  • ¿Cuál sería el título?
  • Tren de pensamiento
  • Vikingos AM (antes de la minifalda)
  • En veredas sin rumbo
  • De hitos
  • Facciones del infierno (súcubo)
  • Una moral ardiente
  • Soldados en blanco y verde

Blog de WordPress.com.

Privacidad y cookies: este sitio utiliza cookies. Al continuar utilizando esta web, aceptas su uso.
Para obtener más información, incluido cómo controlar las cookies, consulta aquí: Política de cookies
  • Seguir Siguiendo
    • Aquí somos
    • Únete a 126 seguidores más
    • ¿Ya tienes una cuenta de WordPress.com? Accede ahora.
    • Aquí somos
    • Personalizar
    • Seguir Siguiendo
    • Regístrate
    • Acceder
    • Denunciar este contenido
    • Ver sitio web en el Lector
    • Gestionar las suscripciones
    • Contraer esta barra
 

Cargando comentarios...
 

    A %d blogueros les gusta esto: