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azteca, broma, budismo, caos, Dios, huitzilopotzli, ironía, lama, maría, México, muerte, quetzalcoatl, sincretismo, tlaxcalteca, virgen
Soy nacido en tierra azteca:
me cago en los tlaxcaltecas
y en los pinches españoles.
Me exacerba la existencia
de las virtudes mezcladas
de traidores e invasores
con nuestra esencia sagrada.
Porque no me hagan la cama,
he accedido a tolerarlos,
pero los finto si es posible
y me apresuro a juzgarlos.
De esta insana convivencia,
sin embargo, salen dudas
y, aunque mis venas corren puras,
hay sobradas contingencias:
Pasa que soy racionalista
de los de corte pragmático
y, como no arrecia un chubasco
por más que exhiba otras vísceras,
truqué a Tonatzin por María
haciéndome sincretista.
Dejo claro que por uso
y no por creencia plena
pero ante la mínima grieta,
por no parecer asceta,
me meto a un buffet de carne.
En mi crisis religiosa,
me he ubicado en pleno cisma
aferrado a según qué arista
siguiendo la circunstancia.
Guardo buen temor de Dios,
tantito menos que antes,
pues los altares sangrantes
he cambiado por misales.
Ahora le bajo al sacrificio
y le subo al crucifijo
que es de cariz más amable;
y, si hace un frío que pela,
al menos es de madera
y, al prenderlo, bien calienta.
Pero, cuando aprieta el hambre,
y hay pozótl de Masiosare,
se me empluma la serpiente,
y, si es lo bastante urgente,
yo mismo busco enemigo:
le dispongo a las floridas
guerras de mis precursores
y hago honra a Quetzalcoatl.
Ángeles y santos perdonan
y, si no, existen personas
que borran las malas vibras
poniéndome en sintonía
con sus cuarzos y tribales,
con sus ritmos ancestrales,
y me salva Pachamama.
Si me despierto en la mañana
con ansias de ser budista
de mi lama de garantía
satisfago la cuchara.
Al cierto fin de esta vida,
si, de a malas, hay infierno,
encontraré quién me defienda,
y en caso de que nadie atienda
a mi llamada de auxilio
habrá tremenda barahúnda
por ser el primero en juzgarme.
Y, con seguridad de entre ese Caos
hallaré qué me convenga.