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22 martes Dic 2020
22 martes Dic 2020
15 miércoles Ene 2014
Posted Cuentos cortos
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Biología, conferencia, deja vu, doctor, predicción, universo
–Tradicionalmente, se dice que sólo somos capaces de utilizar un diez por ciento de nuestro cerebro –la conferencia de clausura del doctor Loman era lo más esperado del congreso-. No es el caso, si nos atenemos a los datos que poseemos, pero la idea encierra ciertos visos de verdad. Sólo se registra actividad en un diez por ciento de nuestra corteza prefrontal cuando realizamos un pensamiento consciente. Como tenemos compañeros de muchas disciplinas, no sólo neurólogos, haré una sucinta introducción a la fisiología del encéfalo –Loman camina a lo largo de la plataforma hasta alcanzar su botella de agua. Le da un trago corto y aprieta un botón del control a distancia del proyector. Aparece la primera diapositiva. El fondo blanco, básico del programa, y una imagen buscada en internet: un dibujo infantil del sistema nervioso central visto desde arriba-.
>>Ignoremos la médula espinal, demasiado simple para los verdaderos neurólogos –en la cuarta fila, el profesor González tuerce el gesto, aludido-. Allí sólo tienen lugar acciones y reacciones involuntarias, transmisión de información, actos reflejos y movimientos vegetativos. Lo que siempre ha despertado la curiosidad del hombre ha sido el funcionamiento del encéfalo: qué, cómo y dónde se llevan a cabo las acciones del pensamiento. Para simplificar, dividimos el encéfalo en telencéfalo, diencéfalo, mesencéfalo, rombencéfalo. Aunque todos determinan en parte nuestro comportamiento o nos mantienen activos como relojes de nuestra respiración o del pulso cardiaco, el pensamiento consciente se lleva a cabo en el primero de ellos, el telencéfalo –el doctor aprieta su control a distancia y el proyector se apaga. Un repentino flash eléctrico recorre el auditorio-. Disculpen, siempre he dicho que la informática es la obra perfecta del demonio para desprestigiar la mente humana –todo el auditorio se ríe.
–Permítame, doctor –dice Irma, una investigadora posdoctoral de su laboratorio, levantándose desde la primera fila. Se dirige a él entre susurros y, finalmente, alzando un poquito la voz concluye– tiene que apretar aquí para pasar de diapositiva.
–Gracias, Irma –se gira de nuevo hacia la audiencia, con la diapositiva del sistema nervioso en la pantalla-. El demonio también se lució con Irma. Aunque me haya dejado como un viejo chocho y torpe, no puedo dejar de valorarla –el público vuelve a reír, aunque se oyen algunos murmullos-. Como iba diciendo, es el telencéfalo la clave del pensamiento humano: en él se encuentra la dichosa corteza prefrontal. Cuando un sujeto experimental resuelve un problema difícil, sometido a todo el cableado necesario para registrar la actividad cerebral, entre un cinco y un doce por ciento de ésta aparece iluminado en nuestras pantallas. En aquellos sujetos previamente entrenados, hasta un quince por ciento de la superficie puede llegar a emitir actividad registrable. Pero, amigos míos, decir que un diez por ciento de nuestra corteza está actuando es –el profesor se calla, mira hacia el público y decide poner un ejemplo-. A ver, usted ¿qué porcentaje de la Tierra está habitado por personas? –señala con el puntero láser a un estudiante de la cuarta fila, del laboratorio del profesor González.
–No sé, doctor… ¿Cómo el setenta por ciento?
–Grandísimas ciudades flotantes sobre el Pacífico y en el Ártico –responde el doctor Loman–. ¿Alguien con menos imaginación o que piense un poco más antes de responder? –todos guardan silencio–. A ver, Irma. ¿Cuánto?
–Contando los nueve mil millones de habitantes y la superficie emergida… en torno al veinte por ciento de la Tierra, supongo.
–Algo menos, el diez, según los últimos datos geográficos. Si los humanos fueran las neuronas del córtex prefrontal, la actividad humana sería el pensamiento. Si alguien registrara la actividad humana, diría que el diez por ciento de nuestro planeta está iluminado. Pero, ¿qué superficie ocupa un humano? ¿Quinientos centímetros cuadrados? Si un diez por ciento de la superficie terrestre son cincuenta y un millones de kilómetros cuadrados, y cada persona ocupa cinco por diez a la menos ocho kilómetros cuadrados… ¿cuántas personas serían realmente necesarias para que el diez por ciento de la superficie terrestre fuera “realmente activa”? A ver, nuestros amigos matemáticos de la tercera fila.
–¡En torno a mil billones de personas! –grita un alumno de segundo año con la calculadora en la mano. Después duda y habla un poco para sí, avergonzado–. Es demasiada gente, algo debo haber hecho mal.
–No lo dudo, pero me sirve como ejemplo –responde el doctor, irónicamente–. Si el diez por ciento de la Tierra estuviera cubierto de personas, tendría que haber muchísimas más personas. La mayor parte de ese diez por ciento sería: espacio entre personas y personas inactivas. Sólo estarían registrando una especie de amplificación de las personas activas. El reflejo de su acción sería ese diez por ciento que consideramos habitado. Y sólo estamos hablando del diez por ciento: el pensamiento consciente. Si el funcionamiento del cerebro en el pensamiento fuera sólo la acción de esas personas activas, lo que obtendríamos sería una serie de registros que nos darían finalmente un pensamiento predecible. A esta hipótesis –hace hincapié en la palabra– la denominamos la red aditiva. La acción sumada de todos los activos daría la apariencia de una acción conjunta que sería la concreción consciente. La red aditiva es una esperanza científica simplista, que nos dice que con el tiempo y la realización de numerosos experimentos idénticos podremos llegar a predecir el pensamiento consciente de una persona.
El doctor González se levanta de su asiento y se dirige a la salida. El doctor Loman lo observa con sonrisa de satisfacción mal disimulada.
–Después de esta interrupción, continuemos –pasa de diapositiva y aparece un número en la pantalla. El número de ceros después de la coma es tan enorme que ninguno de los presentes se para a contarlos–. Frente a esta red aditiva, tenemos la Teoría de la red emergente, en la que tanto activos como inactivos, como la interacción entre ellos, como la distancia de la interacción… Cuentan a la hora de desarrollar un pensamiento. Basándonos en esta teoría, en mi laboratorio desarrollamos muchísimos experimentos, dieciséis de los cuáles han sido publicados en revistas como Nature, Science y Neuron tan sólo en el último año. Pero, colegas, no quiero utilizar esta conferencia de clausura para el autobombo, de eso ya se encarga mi currículum –risas tímidas en algunos puntos de la sala–. La cifra que ven en la pantalla es el volumen de nuestra corteza prefrontal que realmente interviene en el desarrollo de cada uno de nuestros pensamientos conscientes. Ya que lo importante son las interacciones, no deberíamos sorprendernos por este número tan pequeño. Es como si dijéramos que los genes de nuestro ADN se construyen con sólo cuatro bases nitrogenadas ¡qué desproporción!
–¡Doctor! –interrumpe una estudiante de la cuarta fila–. Nuestro ADN está compuesto por sólo cuatro bases nitrogenadas…
–Señorita, para calcular el número de neuronas necesarias para la ironía debe multiplicar la cifra que está en la pantalla por dos: necesita un pensamiento emisor y un pensamiento en el receptor –contesta el profesor–. Bien, si al volumen total que poseemos en la corteza prefrontal le restamos el volumen necesario para llevar a cabo un pensamiento, o los que sea capaz de realizar una persona en un momento preciso, prácticamente poseemos un cien por cien de nuestro cerebro frontal absolutamente liberado.
–Doctor, por favor, le quedan sólo diez minutos para que se cumpla el tiempo –comenta Irma para darle cuenta del tiempo restante.
–Creo que, aunque no me dé tiempo a completarla se marcharán satisfechos –ríe el doctor–. Igualmente, trataré de ser más conciso y les daré ya el dato importante. El dato por el que he estado molestando a todo el mundo y por el que he forzado al doctor González a abandonar la sala –Irma y algunos otros miembros del grupo de trabajo se ríen–. En nuestro laboratorio, en uno de nuestros registros más rutinarios, obtuvimos lo que consideramos un fallo en la máquina. Habría pasado completamente desapercibido si no hubiera sido porque, en ese momento, el sujeto sobre el que estábamos tomando las medidas dijo “esto ya lo he vivido”. Dos segundos antes, tres partes inactivas del córtex prefrontal, relacionadas con la memoria, se habían iluminado instantáneamente. El sujeto había sufrido lo que comúnmente denominamos “deja vú”. Obviamente, en nuestro registro sólo habíamos obtenido la segunda parte del deja vú, la apariencia de recuerdo. Nos habíamos perdido la parte más interesante: cómo se genera lo que recordamos en el deja vú. En nuestro grupo hipotetizamos que el deja vu es una capacidad de nuestra corteza prefrontal, cuando por un instante la activamos completamente. En ese instante, nuestro cerebro introduce toda la información de la que dispone en ese momento y elabora una predicción de un momento puntual en el futuro. Confirmamos esta hipótesis, hasta que se demuestre lo contrario, y enviamos el manuscrito a Nature, que publicará el artículo en los próximos días. El editor, aquí presente, puede confirmarlo.
–Lo que dice es cierto –afirma el editor.
–Gracias –responde el doctor con una leve inclinación de cabeza–. Pero aún así, seguimos en la introducción. El experimento que queríamos llevar a cabo era la generación de predicciones sobre momentos futuros, que fuéramos capaces de inducir a nuestro antojo. Usando un flash eléctrico, que os podrán explicar mejor los biofísicos del grupo, activamos una cascada de reacción en la región de la memoria. Al realizarse esto en un momento puntual, en el que la información de que dispongan todos los individuos sea muy semejante, se podrían encontrar predicciones similares que confirmaran, además, que el futuro está determinado –el doctor mira a Irma, que le confirma con la cabeza–. Sin embargo…
–Esto ya me lo sé –espeta un chico desde la cuarta fila–. Ahora nos va a dejar con las ganas de saber los resultados el experimento porque se le acaba el tiempo.
–Se ha alargado demasiado con la introducción y ya no tiene tiempo para hablarnos de lo que han obtenido –se une un caballero con un bigote imponente.
–Lo siento, pero ambos están en lo cierto –responde el doctor que ha aprovechado para cerrar su portátil–. Espero que lo entiendan y asistan a mi próxima conferencia –se dirige hacia la puerta de salida, pero justo antes de salir se gira-. Sé que muchos lo harán.
12 jueves Dic 2013
Posted Cuentos cortos
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ciencia ficción, cuento, juego, Perspectiva, realidad, universo
Te despiertas y caes de tu lecho. El golpe ha sido tonto, no te has hecho daño y te ríes. No recuerdas algo así desde que estabas en el jardín de infancia. Por suerte no te ha visto nadie. Hace dos días te independizaste, si no, tu madre habría corrido a verte. Te peinas al estilo de moda, tomas tu desayuno y sales a la calle. Nada diferenciará el día de hoy de cualquier otro día normal.
¿Qué ves?
1.- Casas bajas, un cielo amplio y unas pocas personas paseando a pie por las calles, sin prisa. Nada ilumina la calle y el único vehículo que ves es un carro tirado por un caballo de paso cansado. De vez en cuando pasa alguien ocupado y veloz. (Pasa a párrafos X)
2.- Tu vehículo deslizador. Montas en él y no ves nada más hasta llegar al trabajo, en un edificio alto y gris, con luces brillantes por todos sus costados. Una vez allí te dispones a reparar la lente de un telescopio, que ha sufrido una imperfección. (Pasa a párrafos Y).
Párrafos X:
Saludas a tu vecino, que te invita a tomar un café con él. No tienes nada mejor que hacer así que accedes. El café es amargo y te llena con sus matices mientras tu vecino te cuenta las hierbas con que lo han mezclado. No tienes ninguna prisa y te dejas acariciar por la toxina psicotrópica disuelta. Notas como tu cerebro se despierta con la mezcla de la cafeína y la droga. Eres absolutamente consciente de todo cuanto sucede a tu alrededor y la lógica es una ruta simple y accesible para ti. La cabeza se te llena de ideas que deseas expresar, pero conoces el método del Pensamiento: eliges sólo un tema, como hará tu vecino, y expones las razones por las que crees que es más interesante el tuyo.
Te reclinas sobre la mesa y miras con ojos profundos a tu contertulio. Tienes veinte años, nada más, pero llevas toda la vida estudiando las epistemes y sus normas. Sabes, además, que no serás infravalorado por tu Pensamiento. De hecho, vuestra metodología de Pensamiento es tan precisa que todos la compartís por igual y llegáis a las mismas conclusiones:
¿Qué tema escoges?
1.- El porqué de la esclavitud (Pasa a párrafo X-a).
2.- El origen de la civilización (Pasa a párrafo X-b).
X-a. Comienzas hablando tú:
-Hoy podríamos hablar de la esclavitud. Hace mucho que no tratamos el porqué de su origen ni la necesidad de mantenerla para que nuestra sociedad funcione. Su rol social como cemento de unión y facilitador del avance de nuestro conocimiento.
-Iba a proponerte que habláramos de otras civilizaciones en el Universo. De cómo aparecen y desaparecen las diferentes sociedades y de por qué es necesario el pensamiento activo unido a la virtud de la praxis. Tú dirás qué prefieres. Eliges tú.
¿Qué tema prefieres?
1.- La esclavitud (Pasa a X-c)
2.- Las civilizaciones en el Universo (Pasa a X-b)
X-b. Finalmente, habláis del origen de las civilizaciones en el Universo. Tu vecino con conclusiones, sabiendo que ambos compartís los cálculos y argumentos que llevan a las mismas.
-Hace mucho tiempo, según nuestros cálculos un millón trescientos mil años, todo el Universo conocido estaba constituido por una civilización única. Nuestro pueblo pertenecía a ella. Pero hubo una hecatombe a nivel social y se dedujo que la única forma plausible de sobrevivir sin conflictos era que cada civilización optara por un modelo perfecto y único de conocimiento. Nuestros antecesores decidieron que vivir con esclavos y dedicados a extraer la esencia lógica del universo era el mejor de los mundos posibles. Así, vivimos en la actualidad en una estasis tecnológica, pero con un conocimiento teórico preciso de todo cuanto sucede alrededor. No obstante, otros mundos, obviamente, se decidieron por abandonar el conocimiento y crearon una realidad exclusiva de mejoras técnicas.
Pasar a X-d
X-c. Dudas un instante, pero finalmente seleccionas tu tema:
-Sinceramente, creo que mi tema es más concreto. Se correlacionan bastante, aunque la esclavitud no es un hecho en todas las civilizaciones que podemos concebir.
Tu vecino toma la palabra. Habría sido igual que continuaras tú porque lleváis el mismo discurso de pensamiento:
-En eso estás en lo cierto, amigo mío. La esclavitud sólo es virtuosa porque permite a los hombres sabios pensar y crear nuevo conocimiento con precisión. Nosotros fuimos, con perdón, bendecidos con el don del Pensamiento y se nos concedió la esclavitud como forma de sustento para que pudiéramos llevar a cabo nuestras indagaciones a un nivel radicalmente superior al de la técnica. Imaginemos por un momento la civilización que nos observa y que sólo es capaz de vislumbrar la importancia de la técnica sin la ciencia.
-Es obvio que en todo el universo, si es infinito como lo concebimos, ha de haber una civilización observándonos. Esta civilización carecerá de esclavos por lógica, ya que si no carecería de técnica. Los esclavos no crean técnicas y los amos de los esclavos no construirán nada, como nosotros, ya que no sacarían beneficio de ellas.
-Así que en este momento, existe una civilización con aparatos con una precisión absoluta que les permiten observarnos, incapaz de comprender que nos está observando porque es incapaz de teorizar.
¿Cómo continúa la conversación?
1.- Decidís hablar de las civilizaciones (Pasar a X-b)
2.- Decidís hablar de conjeturas (Pasar a X-d)
X-d.
-Realmente, el conocimiento es lo único en lo que vale la pena pensar.
-Con nuestro conocimiento podríamos diseñar un artefacto que nos permitiera visitar a nuestros vecinos.
-Contaría con unos propulsores capaces de generar 6000g en el tamaño de una de mis uñas y una cabina que mantuviera oxigenada la nave durante el transcurso del viaje.
-Podríamos construirlo…
Y estalláis en risas.
FIN
Párrafos Y:
Colocas la lente y miras desde el telescopio que apunta hacia el cielo en la misma dirección donde te advirtieron del problema. Ves una gran mancha multicolor en el cristal del telescopio, con pequeños puntitos que se desplazan sobre ella de forma arbitraria. El fallo de la lente de vidrio es obvio.
¿Qué haces?
1.- Tomas la lente y la pules con el microabrasador por cristal de Carbono. (Pasa a Y-a)
2.- Examinas el vidrio en el láser de barrido para hallar dónde se encuentra el problema (Pasa a Y-b)
Y-a. Completas la abrasión de la lente, con mucho cuidado de no deformar la óptica de la misma. Es un trabajo de precisión, aunque en dos días estará obsoleto. Sabes que en el departamento de Rugosidades trabajan para hacer una maquina pulidora que mejorará en un 2,27% la eficiencia de la actual. También sabes que el cristal óptico en el que trabajan en el departamento de Precisión ampliará un 5,67% el aumento de la lente de vidrio que manejas. No importa. El trabajo es el día a día y el telescopio debe funcionar hoy mismo con exactitud.
¿Qué haces ahora?
1.- Compruebas el funcionamiento de la lente en el telescopio (Pasa a inicio de párrafos Y).
2.- Examinas el vidrio en el láser de barrido para hallar dónde se encuentra el problema (Pasa a Y-b)
Y-b. Según los resultados del barrido láser la lente no posee ninguna imperfección. Debería funcionar perfectamente. A la espera de que el departamento de “mejora del barrido láser” ofrezca una metodología o un aparato implementado (lo que, según has escuchado, sucederá en pocos días), debes conformarte con estos datos.
1.- Compruebas el funcionamiento de la lente en el telescopio (Pasa a inicio de párrafos Y).
2.- Tras varias horas de trabajo puliendo la lente decides que el trabajo de hoy será improductivo y decides irte a descansar (Pasa a párrafo Y-c).
Y-c. Ya van quince días de trabajo y los resultados no mejoran. Han cambiado tres veces el láser de barrido, dos veces la máquina pulidora y te han traído dos lentes nuevas, cada una con un material más avanzado que el anterior. Sabes que tu técnica de pulido es perfecta, no existe ninguna duda al respecto (ni tuya ni de tus superiores) pero no hay manera de solucionar la falla. Los puntitos oscuros en la superficie los adjudicáis a manchas en el humor vítreo de los ojos, pues cada vez que miráis aparecen diferentes. No hay un patrón. La mejora de las lentes sólo aumenta el tamaño de estas manchas móviles y aumenta el número de matices de las manchas estáticas. Estáis absolutamente confundidos. Mañana, quizá, un nuevo pulido o una mejora en las lentes os permitirán eliminar el problema y podréis seguir observando la negrura del otro lado del telescopio sin ninguna mancha que la disturbe.
Por otra parte, a lo mejor decides tomarte un día libre y visitar el departamento de constructores de cohetes. Te han comentado que el nuevo prototipo es impresionante, con unos motores capaces de ejercer una aceleración de 6000g con sólo el tamaño de una uña. Probablemente, la semana que viene saquen un nuevo prototipo más potente y destruyan éste, pero no tienes intención de perdértelo. Cada nuevo aparato es un gran avance de la técnica
(mientras tanto, en un Universo paralelo “pasar X-b”)