–¡María! ¡Mi carcaj!
La desesperación inundaba su voz, pero no tenía tiempo para dudas.
-María, ¡mi carcaj!
-¿Qué pasa con tu carcaj?
-¿Dónde está? No lo encuentro.
-Se lo diste a tu hijo hace quince años.
-¿Que yo se lo…
-Cuando le nombraron guardabosques del rey.
-Le nombraron guarda… -repitió para sí, tratando de recordar. Aunque no tan intensamente, el hechizo ladrón de memoria también le había hecho mella- ¡Ah, ya! Maldita sea.
-¿Qué pasó? -preguntó María, pero el arquero tenía la mirada en un punto indefinido y no le prestó atención- ¿Daniel?
-Dime
-¿Qué pasó?
-Maldita sea, necesito ese carcaj…
-¿Por qué?
-Alquyn nos ha llamado para que comencemos una búsqueda.
-¿Alquyn? Lleva muerto siete años…
-Lo sé, ¿no es sorprendente? Esta noche se me presentó en un sueño.
-Por eso llevas desde la mañana acelerado.
-¿Cómo no estarlo? Hace años que no me embarco en una aventura.
-¿Te embarcas? Ni se te ocurra salir de esta casa. Te ganaste la jubilación con creces. Apenas recuerdas qué desayunaste y piensas que estás en condiciones de ir a pelear con orcos, con goblins y vete a saber qué cosas más.
-Gnolls. Esta vez son gnolls.
-No te puedo creer…
-El viejo rey Gnoll ha vuelto.
-Ese anciano loco.
-Es necesario, tiene una gema poderosa…
-…que deshará la maldición que recae sobre…
-…los habitantes del cementerio de Yrhia. ¿Cómo lo supiste?
-Siempre hay una gema, una maldición y un ser poderoso que quiere controlar el mundo. Ya no estás en condiciones, Daniel. Ni ese gnoll tampoco. Voy a hablar con él.
-¿¡Qué dices, María!?
-Seguro que es más razonable que tú.
-¿Y cómo lo vas a encontrar?
-De verdad, tu memoria está francamente mal. ¡Vive a tres puertas de aquí!
-¿Cómo es eso posible?
-También se jubiló. Hace tres años. Pero si hasta has estado jugando al dominó contra él.
-Uh -rezongó el arquero, mientras masticaba unas palabras-. Alguien tendrá que detenerle, Alquyn me convocó por algo.
-Ah, seguro que ese Alquyn también habló con el gnoll. Ni muerto para quieto ese canalla.
-Jejeje, ya sé… ¿te acuerdas cuando nos hizo entrar en aquella cueva?
-No nos quedó ni una poción. Y resulta que el dragón estaba de paso y que el tesoro ni era suyo.
-Y cuando…
-…entramos en la ciudad de las arañas.
-Jajaja, justo estaba recordando esa.
-Se camufló entre las sombras y tuvimos que hacer todo el trabajo sin él. Envenenados, apaleados… Y, de repente, aparece corriendo y tira de nosotros para que salgamos corriendo: que tenía el báculo y ni se ensució…
-Era un cabrón -rio el anciano, mientras se sentaba en una silla.
-Sigue siéndolo, sigue…
-Pero -alzó los ojos vidriosos. Se le habían aguado mientras reía-, me apetece ir, aunque sea una vez más. Ver a los viejos amigos, a los viejos enemigos.
-Con el tiempo no son tan diferentes…
-No…
-Aguanta un poco en esa silla, no te vayas a caer.
María salió de la casa y Daniel se quedó mirando su arco. Lo sopesó sobre sus piernas, tañó su cuerda como si fuera un arpa y suspiró. Su hijo había partido en la cruzada contra el emperador de los Renacidos. Lo que hubiera dado Daniel por tener que usar esas flechas romas que lastimaban a los no muertos. O su maza para quebrarles los huesos. El riesgo siempre estaba presente, pero las historias quedaban fijas, incluso tras tantos años…
Le interrumpió su pensamiento la apertura brusca de la puerta.
-Maldito bastardo, ¿ibas a intentar detenerme?
-¡Oh, sí! -respondió Daniel alzándose de un respingo, con su arco empuñado al frente-. Vas a detener tus fechorías de una vez y para siempre.
-¿Y qué harás sin tus flechas contra mí y mi ejército de gente libre? -se jactó el gnoll hinchando su pecho y señalando el arco inútil.
-Te obligaré a entregarme la gema antes de que los convoques, bribón.
-Ah, la gema. Es cierto. Tengo que ir a buscarla…-masculló.
-¿No la tienes?
-Alquyn me encargó esta noche que la buscara para molestar a los muertos.
-Ese canalla…
-Ese canalla -dijo el gnoll avanzando, cuando María lo empujó para entrar a su casa.
-¿Una partida? -preguntó la vieja mientras ponía el dominó en la mesa y le acercaba una silla al perro antropomórfico.
-Quien gane, se queda con la gema -respondió Daniel sentándose con esfuerzo.
-Trato hecho -respondió el Rey Gnoll renqueando de una de sus patas.
El hechizo permaneció en el aire hasta que el atardecer dio paso a la noche. Otra noche. Y otro día más de calma para María.