Os presento una historia, ya que mi impresora me impide imprimirla XDDDDDDDDDDDDD, así por lo menos por mucho que se joda el ordenador, se podrá seguir leyendo. Esto es:
  

                                           El Evangelio según Mateo

-<<Acababa de llegar frente a las puertas del Cielo. Había sido un buen hombre durante toda mi vida y no tenía miedo, nada malo me iba a pasar estando ya muerto. San Pedro esperaba, mano sobre mano, al lado, viéndome llegar.

– ¿Mateo Megara Fernández? – preguntó sin hacerme caso cuando estuve lo suficientemente cerca para oírle.

– Sí…- contesté tímidamente, aunque ignoró mi respuesta mientras leía un montón de folios que habían aparecido de la nada. Yo no había apartado la vista y, sin embargo, le recordaba sin folios pero era incapaz de saber hasta cuando.

Se colocó las gafitas redondas, subiéndolas desde la punta de su nariz, para levantar la cabeza y mirarme.

– Vamos a ver – dijo sin variar la expresión de su cara – Según esto… usted ha cometido el pecado más grave que se pueda imaginar.

Yo me quedé paralizado un segundo y mi memoria comenzó a recordar ella sola, intentando ver de qué tenía que defenderme. No encontraba nada y San Pedro seguía hablando.

– … y debido a esto se le condena a una eternidad en el infierno hasta el día del juicio final.

No me dio tiempo prácticamente ni a contestar cuando dos ángeles me sujetaron de los brazos con fuerza y me arrastraron hacia un portal surgido de las nubes que emitía una temperatura abrasante. Comencé a jadear entre el miedo y el calor que tenía.

– ¡Por favor! – recuerdo que grité – ¡Yo no he hecho nada, no he hecho nada!

– Sin duda – fue lo único que oí y vi a San Pedro que volvía a abstraerse mirando a la nada por donde quizá aparecía otro hombre como yo.>>

– ¿Y eso es todo? – preguntó aquel ángel defensor – ¿ni siquiera le comentaron el porqué de su castigo?

– No, eso os lo puedo asegurar – contestó Mateo.

– ¿Y eso es justo, Señor?

Otro ángel, fiscal en este caso, se levantó rápidamente de su asiento y dijo:

– Protesto, Señor. No hemos venido a juzgar la Justicia o injusticia de El Sistema, aquí lo que está en tela de juicio es la aptitud de este hombre para vivir en el Paraíso.

– Admitida la protesta – contestó una voz sin procedencia.- Abogado, absténgase de seguir por ese camino.

– Sí, Señor – aceptó el ángel agachando la cabeza – No tengo más preguntas que hacer al acusado.

De nuevo habló la Voz sin Procedencia:

– Mateo, puede retirarse.

Rápidamente el ángel fiscal se levantó:

– Señor, si me permitís realizarle un par de preguntas al acusado…- golpeó el canto de sus papeles contra la mesa para cuadrarlos.

– Protesto, Señoría.

– No ha lugar. Fiscal… puede continuar.

– Bien… – carraspeó antes de seguir. Una sonrisa diabólica se le dibujó en su angelical cara, dándole un aspecto realmente extraño – Antes de morir… ¿hizo usted algo?

El abogado defensor se levantó, pero no le dio tiempo a hablar antes que el acusado:

– ¡Claro que no hice nada! – contestó en un grito Mateo, desesperado.

– Protesto, Señor… la pregunta inducía a mi cliente a la confusión. Si no se le aclara de qué está acusado no deberían seguir realizándole preguntas que puedan llevar a un malentendido.

– Es Justo – contestó de nuevo La Voz sin Procedencia.

– Bien, desearía poder hablar con mi cliente a solas.

– Señor, no ha lugar – protestó el ángel fiscal.- El acusado está presente y todos nosotros sabemos de qué se le acusa. No tiene sentido que se retiren para hablar de algo que ya sabemos todos.

Mateo estaba cada vez más extrañado. Era el día de su Juicio Final y, sin embargo, él no había realizado nada malo durante su vida, no sabía de qué se le acusaba y, aún después de haber pasado una eternidad en el Infierno, seguía sin saberlo. Sin embargo, todos los presentes en aquella sala sabían más que él y habían encontrado pecados en su vida religiosamente cristiana, en la que había seguido absolutamente todos los mandamientos de la Iglesia sin incumplirlos jamás. No había mentido, no había robado, no había deseado a ninguna mujer más allá de su matrimonio, no había olvidado ninguna fiesta, no había… hecho nada.

– Señor, sigo creyendo que es necesario que yo hable con él. Usted se lo ha revelado y, sin embargo… no se entera. Si mi cliente no entiende el pecado no le puedo defender.

La Voz sin Procedencia se mostraba irritada. Y comenzó a hablar.

– Mateo. Eres juzgado por cometer el peor de los pecados que jamás haya concebido.

– ¡Pero yo no he matado a nadie, no he robado, no he violado! He seguido al pie de la letra todos tus mandamientos, los de tu Iglesia.- al acusado se le atragantaban las palabras en la garganta, su voz salía a borbotones y sin sentido, hasta que La Voz le calló.

– Pero tampoco has amado, no has sentido la amistad, ni no has hecho nada, no has…vivido. Te concedí una vida y no la has vivido. Sin libre albedrío no hay vida y no hay peor atentado contra mí que el no aceptar el mayor Don que concedo. La Iglesia puede representarme, pero no soy yo. Sólo tendrías que haber vivido.

No había nada que pudiera alegar.

                                                              FIN

Sé que en el fondo me agradecéis que os culturice XDDDDDDDDDDDDD